La verdad es que esto de la libertad de las personas y demás, al final va a resultar un camelo.
Tu vives tu vida esforzándote por conseguir aquello que anhelas, de forma honrada, cumples con la sociedad en forma de impuestos, respetas la las leyes destinadas al bien común, y las propiedades ajenas. Pues bien llega un individuo que no debe estar de acuerdo con todo esto y en un momento te hace un desaguisado de la leche, rompe todo lo que encuentra a su paso hasta llegar al objeto ajeno que desea (eso cuando no se dedican a hacer faenas "per se", sin más objeto que hacer daño) y simplemente se lo lleva sin importarle lo más mínimo el daño que pueda hacer. Y en este punto te encuentras totalmente desprotegido, resulta que no puedes hacer más que pagar (por adelantado y por si acaso) sistemas de alarma, seguros por si te roban y poner las denuncias correspondientes. Después esperar a que un señor perito valore los daños, tramite el expediente y las autoridades cursen las ordenes oportunas. Entonces con suerte, llegará una compensación económica que se supone arregla el asunto. El disgusto, el susto, el posible valor sentimental de los objetos dañados o robados, la sensación de impotencia que queda, esos no los repone nadie. Esos te los comes con patatas o sin ellas, pero te los comes tu solito. Eso sí, si se te ocurre oponer medidas que la ley considere desmesuradas, ¡cuidado! pues de víctima pasas a delincuente en un momento. Ni se te ocurra poner alambre de espinas en una vallado, cristales en el borde superior de una tapia, o pegarle un buen estacazo a quien pillas en un acto delictivo, pues el buen señor tiene todos sus derechos y encima te buscará un lío que te costará, al menos, el dinero.
Lo dicho esto de las libertades está desequilibrado, especialmente para los amigos de lo ajeno.