sábado, 26 de marzo de 2016

La Hermana Menor

     Bueno, esta vez si. Ya tenía mono de ponerme las raquetas. Creí que este año no les quitaba el polvo. Pero mereció la pena la espera. El pasado sábado 12, fue el día. En principio pensé que no había sido buena idea subir en fin de semana por la cantidad de gente que iba en el tren, pero no había otro día disponible, así pues paciencia. El tren se vació un poco en el Puerto de Navacerrada y la mayoría de la gente que subió a Cotos, se quedó en la zona de trineos. A partir de ahí cuanto mas subía menos gente.



      De modo que pude disfrutar mucho de la ascensión y por supuesto de las vistas. Hizo un día espléndido, con calor, excepto en la última parte de la subida, donde el viento soplaba sin piedad y había que abrigarse. La nieve tenía una costra de unos 5-6 mm helada y por debajo todo nieve blandita, lo que hacia impensable transitar sin esquís, raquetas o crampones. Lo cierto es que al hacer la ruta,  buscaba la senda para ascender por la izquierda y acabé subiendo ladera a través, hasta coger otra vez el camino de frente. 
 
  La subida estaba helada, como digo, y eso provocó que se me perdiera la botella de agua, pues se me escurrió y empezó a deslizarse ladera abajo como un misil (confío en que no golpeara a nadie pues siendo de aluminio y con el hielo cogió una velocidad considerable) sólo espero que no se convierta en una constante lo de perder cosas cuando subo aquí.
 
     La subida era dura pero merecía la pena cada paso que daba. Como digo, el paisaje maravilloso y deslumbrante.
   
      La naturaleza siempre tan sorprendente con sus caprichosas formaciones que dan rienda suelta a la imaginación. Son imágenes irrepetibles y efímeras pues dependen en cada caso de la arbitrariedad climática.
 
     Como siempre, al llegar a la cima, mis expectativas se cumplieron ampliamente. Por un lado, la vista se perdía sobre un mar de nubes de algodón dando apariencia de una inmensa llanura nevada.

    Por el lado contrario, la imagen de la estación de Valdesquí, y más arriba se apreciaba la cara norte de la Bola del Mundo.

     Una vez aquí y tras disfrutar unos momentos del paisaje, no quedaba mas de descender con mucho cuidado, para evitar seguir los pasos de la botella perdida, y seguir admirando el paisaje. No se me pasó por alto la perspectiva del refugio Zabala desde esta ladera,  pareciendo una minúscula piedrecita sobre el suelo.
   
     El caso es que la jornada se completó con el regreso al bullicio de la zona de trineos de Cotos, tras una breve parada en al Mirador de la Gitana para desprenderme de las raquetas y una última mirada a las cumbres que desde aquí se observan. llegada  la estación y al tren para volver a casa, curiosamente coincidiendo con alguno de los viajeros que subieron en el mismo tren que yo.

    Otro objetivo cumplido por hoy y comienzo a prepara la próxima jornada. Prometo contarlo.