Bueno, metidos ya en harina, el caso es que pasamos a recoger a los Amigos y nos dirigimos al aparcamiento del Monasterio del Paular. Punto de partida del día de hoy. La ruta prevista es ir hasta la cascada, comer por allí y luego de vuelta al coche dependerá de como se nos dé. El caso es que iniciamos el camino cruzando el Puente del Perdón, sin detenernos pues ya lo vimos la vez anterior, y seguimos por el camino asfaltado hasta llegar al inicio propiamente dicho de la ruta a la Cascada y las Presillas que quedan en el camino. Como pensaba, la ruta transcurre cómoda, por un camino de tierra bastante ancho (cabe un coche de sobra) avanzamos por ella fácilmente, hasta que topamos con unas lugareñas a las que amablemente cedemos el paso.
Y un poco más adelante, hasta esperamos pacientemente que los pastores conduzcan a su destino a otras parientes de las anteriores
Parece que esto está hoy muy concurrido.
Una vez que nos franquearon el paso, continuamos con buen paso (y esta vez sin nieve ni resbalones) disfrutando de la ruta y coincidiendo con algún caminante más que llevaba el mismo destino.
Al cabo de un rato, llegamos al final de la pista ancha, y el camino comenzó a discurrir entre los pinos que pueblan el paisaje, siempre paralelo al arroyo del Aguilón, que contínuamente recuerda su presencia con el murmullo del agua entre la piedras

Tras una marcha cómoda por el sendero de suave desnivel, llegamos al fin al remanso del río que precede a la cascada, el agua bajaba cristalina y tras dejar a la sección femenina en esta zona, nos adelantamos a ver la cascada y comprobar el estado del camino en esa zona. Sin mochila la pequeña subida es más fácil, y detrás de una enorme roca aparece al fin la cascada con el pequeño balcón a modo de mirador, donde, como es lógico, todos nos hacemos fotos.

Una vez cumplido con el ritual de las fotos, empezamos el camino de regreso buscando un sitio tranquilo para reponer fuerzas y aligerar las mochilas. Así que, un trecho más abajo, nos acomodamos para comer y disfrutar del entorno y el ronroneo del agua de fondo.
Después de reponer fuerzas, continuamos el descenso, tomando ahora otro sendero marcado en el mapa, y que nos lleva por una suave pendiente también, y de nuevo entre las habitantes de la zona, hasta las piscinas naturales, que en esta época son de libre acceso y en cuya explanada había bastante gente con niños y perros. La verdad que en esta zona el baño debe ser delicioso en verano, pero bullicioso a más no poder. Estas piscinas y el entorno, con la pradera de césped invitan a dejar pasar el tiempo sin más trabajo que escuchar los pájaros y ver pasar la nubes. Pero hay que seguir para llegar al coche, así que , seguimos el camino hasta llegar otra vez al Puente del Perdón y cruzar al parquing del monasterio, donde subimos al coche y volvemos a casa después de un día que, aunque amenazaba llovizna, quedó en estupenda jornada.