Por fin, sí, esta vez fue la buena. Por fin pude volver a pisar nieve. Mucho tiempo desde la última vez (antes de la pandemia y sus consecuencias).
Volver a sentir las mismas emociones, volver a escuchar el mismo silencio, volver a sentir el mismo cansancio subiendo, volver a hundir los pies en la nieve blanda, volver...
Había hecho varios intentos este año pero no fructificaron, y ya había desistido, pero, el buen karma, ha querido darme una oportunidad con las nevadas tardías y abundantes y lo pude aprovechar.
Así pues preparé los trastos con ilusión contenida, por si tenía que abortar la excursión, pero al final sonó el despertador y sentí que esta vez sí, era el día. Llevaba días siguiendo en redes al buen hacedor de la Venta Marcelino, que todos las mañanas se da un rule por la zona y cuelga en redes los vídeos comentando el estado de la nieve y del tiempo en general, y a pesar del aumento de temperatura en los dos días previos, esperaba encontrar un buen manto de nieve y que la subida fuera satisfactoria.
El plan inicial era subir a la Laguna de los Pájaros y después bajar al refugio a comer, pero opté por recortar la subida y quedarme de primeras en el refugio. Como siempre, inicio el recorrido en el parking de Cotos, ahora no hay tren y toca tirar de coche. La verdad que en la explanada no hay mucha nieve pero espero encontrar más en la zona alta, cargo con mis raquetas y los crampones (con la esperanza de estrenar ambos por fín), no sin cierta sensación de cargar con peso de más, y, al inicio del camino que lleva hasta el mirador de la Gitana, pregunto a una de las empleadas en el Centro de Interpretación cómo está la nieve por arriba, por si era aconsejable dejar peso en el coche. Me contesta que hay nieve blandita, con algún trozo helado de la noche, así pues decido no descargar peso y subir.
Al llegar al mirador, tomo conciencia del tiempo que hace que no subía. El compás que hay instalado indicando el nombre de las cumbres que desde allí se ven, ahora es inútil, los árboles han crecido tanto que impiden la visión y por lo tanto la utilidad del artilugio que siempre me pareció original y muy práctico.
Una vez repuesto de la pequeña sorpresa, sigo el camino preguntando a los que ya bajan del estado del camino, y me confirman, trozos helados y nieve blanda, con esta certeza de que usaré todo el "equipaje" continúo la ascensión y unos metros más arriba, paro a ponerme los crampones, pues aunque hay trozos de tierra todavía, las zonas de nieve está casi todas heladas por la umbría que proporcionan los árboles y no me parece inteligente jugarme un resbalón llevando los "hierros" en la mochila. La verdad que noto menos de lo que pensaba el largo periodo de tiempo que llevaba sin venir, y la subida no me hace sufrir tanto como esperaba.
Poco a poco sigo avanzando por la pendiente, con menos "calvas" cada vez y con aumento del grosor del manto nevado, hasta llegar al punto donde elegir subir a las hermanas o desviarme al Zabala. A estas alturas ya había decidido no continuar hasta la Laguna de los Pájaros, así que me dirigí hacia el refugio, y a los pocos metros comprobé que la decisión de ponerme la meta allí, era acertada, la nieve a estas horas ya está bastante blanda, ya que en esta ladera el sol se despliega desde primera hora, y en algún sitio me hundía de forma bastante incómoda hasta la rodilla, debido a que debería haberme calzado otra vez las raquetas, pero cosas de la cabezonería, decidí llegar al refugio con los crampones.
Una vez llegado al Zabala, toca cambio de ropa, por una seca, tomar aliento, hacer fotos, disfrutar de las vistas, comentar con los ruteros que allí coincidimos, y comer algo.
Con todas estas tareas hechas, recojo el "campamento" que había montado (con la ropa puesta al sol y el infiernillo de hacerme el consabido té ) y tras recoger mis residuos y los que alguien había dejado en una piedras cercanas (nunca entenderé el empeño de algunos de dejar esos recuerdos donde no deben estar, nos merecemos que restrinjan las subidas), toca iniciar el descenso.
La verdad que ya me esperaba otro año sin poder subir, pero estas nevadas que nos sorprenden (aunque los "viejos" dicen que ellos han visto nevadas en junio) pude aprovecharlas. Sí es cierto que hace años las hubo, pero creo que es más cierto que estamos cambiando el comportamiento de la meteorología, y lo acabaremos pagando. De momento intentaré disfrutar de todo lo que nos ofrece la Madre Naturaleza con el máximo respeto, e intentando no dejar ninguna huella irrevocable allí por donde paso.
Al final del camino, el parking, de nuevo. Descargo el equipo en el coche y decido darme un homenaje, tomándome un refresco en la terraza de la Venta Marcelino observando al resto de visitantes que han aprovechado el magnífico día que hace y la nieve tardía que se va derritiendo con el paso de los días. Queda poco y esta es la última por esta temporada, para mí.



















