Tiempo peor de lo previsto. Mucho más viento del esperado y parece que no abren las nubes. Bueno, hay que intentarlo.
Poca gente, como esperaba, pero de ahí a ser el único que me bajo en la Puerto, extraña sensación, parece que no existe nadie más en el mundo, sensación rara.
Despliego los bastones y empiezo la subida por detrás de la estación. Varios coches aparcados en la residencia del ejército. Llego al principio de la subida hacia la Venta Arias, por debajo del antiguo remonte y es hora de calzarse las raquetas y empezar a subir de verdad. Esta pequeña subida es corta pero la inclinación pronunciada.
Al llegar a la escalera posterior de la Escuela de Esquí, está cubierta hasta la mitad por la nieve, hay bastante nieve en general.
Hay que quitarse las raquetas para subir por la carretera hasta la Venta Arias y cruzando con cuidado, no se ve un pimiento por la niebla, vuelvo a calzarlas delante de las taquillas de acceso a las pistas, no hay mucha gente pero algún valiente queda, además hay

Tras una mirada al termómetro exterior del bar, que sólo hace confirmar el frío que hace, me dirijo hacia el camino de subida a la Bola.
En la entrada me cruzo con la única persona que veo, buff creo que no va a ser fácil, y al preguntarle me indica que no pudo subir, a medio camino tuvo que dar la vuelta por el viento excesivo.
Como moral no falta, allá voy dispuesto a llegar hasta donde pueda, pero sin hacer tonterías, A los pocos metros observo que hay un grupo de tres valientes que también se aventuran en el intento. No está fácil hoy el camino, cuando empiezas a perder el abrigo de la misma montaña el viento se hace notar cada vez más. Camino para sufrir hoy, entre la nieve que cae y la que arrastra el viento. Pero sigo.
Continúo y el grupo de atrás también. Al llegar a la primera curva hacia la derecha, el viento ya es algo más que una molestia, hay que pelear también contra él. Además en esta parte el camino está completamente borrado por una gruesa capa de nieve polvo que hace difícil avanzar, pues cede bajo los pies y unido al viento que sopla, hace perder el equilibrio con facilidad, aún así sigo avanzando. Poco a poco supero esta zona, y al volverme veo que los compañeros de camino se han dado la vuelta y regresan por donde subieron, la verdad es que cada vez sopla mas fuerte. Veremos.
Sigo subiendo por donde creo debe estar el camino, ya que hay una capa de nieve que ha borrado ya el camino y me oriento por el talud que forman las plantas que delimitan el borde de la senda. Intento ver hasta donde me es posible llegar pero cuando el viento casi me tira un par de veces,
decido que es hora de dar la vuelta, no es cuestión de complicar un día de diversión con una caída tonta que puede tener consecuencias poco agradables. Con cuidado doy la vuelta y empiezo a desandar el camino.
El viento sopla con tanta fuerza y arrastra tanta nieve que las huellas que dejé al subir hace un momento, han desaparecido, parece que nadie hubiera pasado por allí en mucho tiempo, pero acabo de pasar yo hace unos minutos.
Con cuidado bajo, ahora el viento sopla de frente y la nieve se clava en la cara.
Al llegar al inicio del camino encuentro una pareja calzándose las raquetas y les comento como está el camino, se quedan
pensando si intentarlo o buscar una ruta alternativa. Yo sigo hacia abajo. Continúo hasta llegar al antiguo remonte que ascendía desde la estación del puerto y al parar para ponerme las raquetas, veo las huellas de un habitante de esta zona, que ha estado paseando por aquí antes de que llegar yo. Bajo hasta le estación del puerto, ahora nieva ya con más intensidad, y en el vestíbulo de la estación puedo ponerme ropa seca y comer algo, aunque en esta ocasión debe ser frío, no hay tiempo de tomar nada caliente si quiero coger el primer tren de vuelta. Hoy no acompañó el día, elegí mal la ruta, seguramente en la zona de Cotos, más resguardada del viento, el camino habría sido más fácil. Otra vez será.