domingo, 26 de mayo de 2013

Aprendamos a valorar los detalles

     Suele ocurrir que valoramos las cosas en su justa medida, precisamente cuando carecemos de ellas. Tenemos en nuestro día a día multitud de gestos que hacemos de forma mecánica o instintiva sin pararnos pensar cómo podríamos realizarla sin los medios que utilizamos en ese momento. Gestos como el de coger un vaso, subir a un escalón para alcanzar algo... vale, pero ¿y si el brazo o la mano están impedidos?, ¿y si resulta que un pie o pierna está fuera de juego?...  ayyy entonces pedimos ayuda y empezamos a pensar que inútiles somos, (cagüenlá si yo pudiera, no tendría que pedir ayuda), . Recibimos los consejos desinteresados de los que tenemos alrededor, "paciencia, que las cosas llevan su tiempo...", "no te preocupes, si en dos días ya estarás bien ...". Sí, eso está muy bien, los consejos son gratuitos, de buena fe, con el corazón... ¡pero es que son los mismos, igualitos, consejos que nosotros damos cuando no somos los afectados!, sólo que entonces no nos planteamos la posibilidad de estar con muletas, un brazo escayolado o similar, simplemente nos apiadamos profundamente del herido y le deseamos una pronta recuperación.
         Si más a menudo nos parasemos a reflexionar sobre tantas cosas y situaciones que nos pasan desapercibidas en nuestro entorno, si nos permitiéramos disfrutar de todo lo que nos rodea, y nos propusiéramos fijarnos en los pequeños detalles cotidianos, seguro que tendríamos una existencia mucho más placentera.
     En fin somos como somos y nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, mientras tanto paciencia y que la recuperación sea rápida.

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